
Locura que me llamas desde un horizonte cercano, se que te envía a buscar mi latente suspiro que ya anda encadenado a ella, que me lo quiere sacar de sentimientos sangrantes dentro de estos ojos inyectados de dolor, sin olor, sin color. Dile que me perdone por querer odiarla y no poder, dile que me perdone por hacerme sentir, hacerme llorar, simplemente, por hacerme vivir. Un suspiro esperando la respuesta para entender su vida, tirado en la parada de un autobús espera esa utopía que nunca llega, ese suspiro abandonado que espera embalsamado en humo, encadenado a una libertad que esta encadenada a la inexistencia, encadenada a una soledad relativa que corroe mis pasos en un camino de rosas negras. Y “tatuó su vida en mi piel” solo con llanto. Ahora muere el suspiro en sus brazos, empieza y acaba por ella, ella empezó y aun espero un desenlace del odio a la realidad, que se le escapa en suspiros y ausencias ensimismadas en ella misma. Ya que me enseñó un poco a vivir, que se enseñe a ella misma. Hacerse el muerto no es la expresión más adecuada, pero es la primera que me viene a la mente.
Ella no vive, solo lo intenta…
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