
Mi salud todavía tiene cura. Gacela picoteando en el árbol buscando su fruto, carnavales en el bosque de luto y las puertas rechinan en los campanarios velatorios de ánimas que buscan blues en la noche. Almas de sativa plantadas debajo de los pies del abierto firmamento que sube hasta alcanzar lo que nadie conocemos, y allí los caciques del “edén” juegan con las cabezas de criaturitas que no tienen culpa de vivir.
El clandestino juego de palabras nos ha indigestado el cerebro de viscosos juicios que nos declaran culpables de nuestra ventura e inocentes de nuestra propia locura. En la ruptura de la boca que abdica nuestros mismo sentimientos e inecuaciones imposibles de resolver con la razón. Otra vez la misma ración de insignificantes motivos de exasperación, las mismas embocaduras, los mismos muertos.
Huesos y pellejos pidiendo piedad al sino, somos casi los mismos cretinos, siguiendo el común camino deságüente en el escepticismo por el que fuimos adoctrinados, asentándonos en la porquería placentera y lujuriosa impuesta por los impuestos que nos ha cobrado nuestra triste historia de amor al egoísmo. El istmo al que fuimos abandonados, concordados a la insípida ineptitud, saboreando nuestros propios huesos rotos, sacándonos los ojos de las cuencas para devolverlos con intereses.
Quiero subir a las hojas del árbol para no pudrirme en las raíces, quemar mis cicatrices en las que en rincones escondí, espaldas mojadas de sudarte en el arduo recorrido de tus inmensidades, y la impotencia de el no poder extirpar este cáncer de sociedades que apoderarte consiguieron. Diez angelitos negros cantando su romanza, diez corazones asesinados por el puto dinero.
Pegando lametones al albero con grilletes atados al corazón, arrepentido hacerle caso al tiempo y el remiendo que intenta coser este trapo sucio lleno de lamparones y lamentos sedientos de esperanza y fe. En las camisas manchas de café y en las pieles humildes, de sangre encarnizada por los alambres del estacado del poder, la sangre derramada chorrea en el acero, entre también, costillas marcadas que hacen cosquillas en los pies del poderoso.
Somos la patada que dimos al mundo, el nauseabundo muñeco tallado por la mano de Dios, mientras Él es el nauseabundo invento que la potestad creó. Carne de cañón en el banquete del “Don”, cremación de la humanidad a la que fuimos condenados, encadenados a la elección de la reducción a la que nos conformamos.
Diez angelitos negros jugando con munición, diez angelitos negros muertos cara al sol.
Con mis propias manos quiero ser carnicero de mis sesos esparcidos en el suelo, tanto contenido, tan poco entendimiento, tan poco sentimiento…
Insomnia que me merezco, y muchísimo más.
Una bomba de relojería en mi corazón.
“Intento odiarme un poco menos y entenderos un poco mas (…) Pero el que cuenta sus odios ya está pidiendo perdón”
"We're going to break up civilization so we can make something better out of the World”
Que los besos no tengan cohesión, no quiere decir que no tengas coherencia
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