jueves, 12 de marzo de 2009

Sex appeal


Si, yo soy. Soy esa repugnante manera de mirarte a los ojos y que te congela lentamente los escalofríos más intrínsecos de tus vellos, el vello púbico erizado con las sucias palabras que salen de mi boca. El vivo objeto sexual deseado por todos y amado por nadie, la saliva saliendo de entre labios secos, el humo de esa boca hace la forma de un aro mientras te miro, y te miro, y no te dejo mirar, las cadenas que enzarzan tu vista poco a poco hasta caer literalmente en la mano del diablo, en el veneno de mis huesos que se te apegan a tu piel como un cáncer, como un cangrejo retorciendo sus pinzas en tu odio hasta destensarte y hacerte llorar, como un puto niño.

Soy la fría ventolera susurrante que rechina palabras entre diente y diente vendiéndose poco a poco por el más preciado zafiro que reluce entre… las piernas, verte sufrir, humillarte, sentir mis pies aplastando tu cuello mientras sangras deliberadamente inútiles palabras por tu boca. Soy el suelo teñido de lágrimas, las sabanas de semen, la gota de orina que va bajando por tu mejilla y que va callando lentamente hasta llegar a los pelos de tu pecho.

Después, viene la llama de arder en esos roces ambiguos que destapan las mascaras que cubren nuestras miradas, el despilfarro de expresiones inútiles que extraviamos constantemente, y sí, también soy el brillo infantil de tus jóvenes e inocentes ojos engañados, soy la mala tentación que te produce el movimiento de mi boca al pronunciar, la sexualidad de esas mentiras, el rencor que guarda mi asco a esta putísima vida, el puñal que reluce en todas las espaldas de los hombres, de carmín, así como enrojecido…

Soy las últimas visiones borrosas de tu embriagado sentido del humor, la risa falsa que retumba en tus oídos y que os engaña a todos los mortales, soy la caricia de cordero, disfrazada de lobo, que toca hasta lo más profundo de tu… ¿interior? La putrefacta sensación de vacío que embarga tus sentidos momentáneamente, que te bloquean. La consumación del acto ilícito que es el vomitar, o el escrutar ideas que pervierten las mentes, soy la mierda que necesitas, la heroína personificada, la mugrienta dependencia de esta guarra droga.

Soy la costra que se despega de tu piel y te hace reabrir las heridas, el tacto de ese flujo sanguíneo poco coagulado, la imagen de la aguja de la jeringa entrando en tu piel. Soy tu lepra, los cachos de piel que se deshacen en el suelo descompuesto, soy las moscas que los rodean. Ese sarro que cubre tus dientes, la suciedad de tus manos usadas, rebosantes de sexo, de flujo, de, lo que sea eso.

El hedor a sudor sucumbe tu olfato, te atrae, te apega a mi y a mis lésbicos símbolos fálicos, ahora se va perdiendo tu inocencia lentamente, vas tomando esa cara de buitre, de ave de rapiña: empiezas a picotear mi carne podrida. Una vez más, vas muriendo poco a poco junto a mi, vas suponiendo esa falsa sensación de control. Guapo, no tienes ni idea.

Al día siguiente me llamas, volviendo a pedir tu ración, y dudo si volvértela a dar, “¿por qué no?”, no sabes cuanto más, no sé cuanto más, pero un día lloraras, te retorcerás, romperás tu cabeza contra las paredes, buscaras alguna droga parecida, y al no encontrarla, lloraras, sufrirás por no sufrir.

¿Yo? Soy la mano que recorre tu muñeca antes de arrancarte las venas como si fueran cables, las nauseas de tu masa gris palpitando, el calvario que sufren tus tripas cuando las saboreo poco a poco con mis zarpas.

Yo, soy una puta de Medem.

No hay comentarios: