lunes, 17 de noviembre de 2008

Cambio de Papeles


Los meses siguen pasando y sigo sin saber quien es quien. La gente sigue tropezando con las mismas piedras, el otoño este año es más gris que nunca, pero cantan los mismos pájaros, y la misma gente, sigue andando.

Ayer te conocí, entre hojas marrones y amarillas, de plástico, y solo tú puedes decidir si seguir conociéndote, o haberlo visto todo ya. Querer montarme en un tren y veros a todos bajo el sonido de la lluvia chocando con los raíles, entre hojarasca en árboles viejos y charcos de barro tras el cristal translucido. Y no poder, llorando como un niño, con los pies pegajosos de miel de haber roto el tarro de la cocina.

Me han guardado en el altillo esas plumas viejas y no alcanzo a la trampilla. Fuego que se refleja en la madera de mi habitación, luz tenue en el calor de un noviembre refugiado en emociones. Un mundo por descubrir, espejos donde reflejar nuevas imágenes.

Aquel texto audiovisual, que me hace recordar, el cambio de papeles. Cinco días ausentes en los que acabé por suponer que perdí la batalla, dame cinco minutos en los que colocar una bomba en el pestañeo de tus ojos.

Sigue habiendo guerras en pantallas de blanco, negro, y pocos colores más. Siguen estallando bombillas con el ruido de las palabras, sigue oyéndose el mismo himno en la oscuridad de mi dormitorio, sigo viendo el mismo humo devastador saliendo de mis heridas.

Pero ahora ríos de sangre llegaron a tus ciudades anunciando el caos, ahora el entendimiento huye en caravanas al toque de las campanas. Heridas que nunca cambian, en los mismos lugares, el dolor siempre es la misma evocación.

Intercambio de papeles en análogos momentos, tú eres quien, y yo soy nada descifrando charradas. Sintaxis de sentimientos en una sesera, que más que sesera, es el acordeón de bosquejos que evocan tus nanas antes de yacer en mi cama.

La verdad se ha escondido en un callejón, aterrada de oír y no discernir. Mete su cabeza entre las piernas, inclusera, esperando a que dejen de tronar mentiras, y ya no llora porque acabe todo esto, ya llora porque llora. Su ciénaga de lágrimas se ha plasmado en el plomizo asfalto, pero levantó la cabeza, y vio el paisaje de una soledad que no está tan sola, de una urbe sombría en la que empieza a amanecer. El suburbio oscuro refleja en los cristales rotos el destello de un nuevo día. No tengo miedo a volar, si me coges de la mano…

Un guijarro canta serenatas a la mariposa en su balcón, una chapa de cerveza recita poesía, todavía borracha, en el centro, una bota rota se quedo dormida en su azotea, una colilla besa enamorada al caracol, una oruga verde se ha perdido en el casco antiguo, una gota de agua ha salpicado al anillo perdido, la libélula se acostó con la hoja seca y acaba de despertar con sus ramas rodeándola…

Amanece mi imaginación.

¿Quién soy ahora?

¿Quién?

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