
Descarriaste mi camino, y ahora no puedo evitar odiarme y odiarme a mi mismo. Y sí, me hierve la sangre al escuchar palabras de tu boca, y sí, hago añicos los cristales cuando dejo de verte en mis ojos (en mis ojos). Escuchar canciones que me comen poco a poco por dentro, y se me hinchan los ojos pero no, hoy no, ya no, ni mañana, ni nunca, se acabó. Ahora andamos como pollos sin cabeza, porque nos descabezamos nosotros mismos; nos agostamos, nos torturamos, nos tañimos, nos lisiamos, nos sajamos, nos degollamos, pero eso sí, nos sentimos.
Aun me queda sangre que repartir, aun me quedan noches en las que fumar más y dormir menos, aun me quedará un vocablo más sucio que desatar. Me he salpicado con tu sangre, esta, me ha quemado la piel, y en este momento, este dolor escribe las crónicas de un amor que más que duele, atenúa; que más que dice, calla; que más que llora, canta y habla; y que más que responde, pregunta.
Las odas que canturrean las nubes por la noche, solo ladran palabras inútiles una vez más, las dosis de palabras que vienen a redimirme, conversan conmigo, si pueden, y huyen asustadas. El papel perduró blanco lo que duró el soplido del niño a la mosca, hoy, no escribo yo. Seguirán cayendo las hojas del calendario sin encontrarte, seguiré tirando los días a la basura. Consuelos de palo y hojarasca, consuelos de un otoño cansado.
Esto no es más que un camino en espiral, un cigarro que expirar, una boca que auxiliar, un refugio sin terminar, una forma de matar, un cenicero lleno, un mechero que prende con veneno, una mala temporada del centeno, una lagrima menos, la muerte de otra hada, el tangente corte de una espada, una boca coaccionada, el principio de una arcada, la esperanza ahorcada, una princesa sin rana, un beso de poca gana, el enredo de un ovillo de lana, la primera cana. Un solo nombre...
La tuna sigue cantando en tu ventana, pero no está contratada por mi, mi corazón está en el paro de la apoplejía que causo la aversión anoche. Execrar momentos de la batalla, huérfano de la hilaridad y la suerte, a las que yo mismo guillotiné. Buscaré dentro del papel lo que no se manifiesta en palabras, sino en letras. Preguntarme día sí, y día también, ¿y mañana qué?, y despertarme mañana no, y mañana tampoco con tu ausencia y la de ella.
Si la verdad duele, la mentira también; si el diablo habla, yo también; si todo me tienta, a ti también. Comienzo a teñir las canas de un corazón viejo, a drogarlo para conservarlo, a darle hebra de cenar. Mátalo, venga mátalo, que delataré tu asesinato en el Juzgado de mi Razón, y quedarás encarcelada en tu propio corazón. Quizá me intente adelantar, quizá…
Ya sé que no lo puedo evitar, que seguiré siendo un kamikaze enamorado. Paranoia reprimida en la intimidad de mi cuerpo. Dos opciones: morir, o volar.
Pudrirse cada noche de luna nueva…
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