jueves, 29 de enero de 2009

Esperaba la sorpresita.

Conversaciones con él…


Yo no soy yo, es mi vida la que se consume, y la tuya, solo somos los que dura esta conversación, y ni siquiera. Mira como nos hemos derrochado yendo por estos trasversos caminos, mira como se nos ha caído ese tururú que llenaba de alevosía todos los años perdidos por tantas primaveras hibernados, y nos hemos caído nosotros en este pozo sin fondo que desboca sin sentidos repetitivas veces hasta que como una burbuja… (Ploof)

Hemos sido y hemos dejado de ser, tan escépticos como nunca, innovamos, porque éramos ese matiz que tenían películas en negro y blanco, y no éramos precisamente el decorado, había gente, o algo que nos observaba. Rara vez quisimos ser, simplemente eso, ocupamos nuestro espacio, quizá no fuera el que nos correspondía, pero nadie nos robará, nada.

Siempre intentamos brillar en nuestra propia luz, aunque a veces no lo consiguiéramos y esto nos hiciera sentirnos como animales de circo, siempre drogados y dirigidos por los grandes, digamos. Siempre nos preguntábamos por la ausencia de Dios y de aquellos sentimientos que nos miraban detrás de los cuadro, porque siempre nos sentimos observados ¿no es así?

Mira como caemos en espiral, o caminando en círculos hacia abajo, y nos basamos en quimeras que siempre terminaban (¿por qué coño llegarían a su fin?) en humildes distopias, vivimos preguntando y mira como nos hundimos, si aun puedes. Somos la parte más humanas (o menos, nunca lo supe) de la humanidad, y siempre, o a veces, caminábamos en silencio entre paréntesis.

La autorreflexión sobre el destino que compartíamos paradójicamente era una sucia muestra y una metáfora de la realidad que siempre creímos, y al final caímos en que éramos bombillas fundidas, y en que erramos en percibirnos; que pena, supongo. Ahora solo sabemos pensar en que somos en la triste y falsa sonrisa de aquel payaso que nos hacía reír y que nunca reía.

Nanana, entre espacios en blanco, en los rincones más fríos, hacíamos el auto amor, como me gustaba, sabiendo que eras solo un sueño en este último anhelo de frenesí, y nunca tuve carisma, lo se. La verdad es que nos implicamos a la verdad en esto, y que discutimos sin discutir, ajenos a nuestros gemidos por los que los demás preguntaban, y nosotros respondíamos preguntando.

Nos gusto la música más barata, mientras soñábamos en distraernos con los gustos de espada y pared, ya tengo frío en este agujero, y seguíamos distrayéndonos entre versos de Gingsberg y alentando sensaciones, también bastante baratas de saber y no saber.

Fuimos nihilistas en el amor, unionistas en la muerte, separatistas en la minuciosidad, racistas con la claridad en aquellos bares, judíos en Alemania, bohemios en Melbourne, labradores de tierra seca y kamicazes sin dolor frente a la mar, y míranos ahora, como caemos en este abismo que nos conduce al fin de nuestras fronteras, este sendero diluido me empieza doler, si, ¿a ti no?

Esto no es nada personal.

“Now I'm looking for you, or anyone like you...”

miércoles, 28 de enero de 2009

A ver que sale...

Bajas por el tobogán de mi coleta sosteniendo entre tus manos algo mas o menos parecido a mí, ¿y qué encuentras?, encontramos nudos de pelo que quedaban por desatar, en los desenredos más enredos, en los enredos, quedan por desenredar, y calle abajo, hable, hablamos, ¿y qué encontramos?, yo no pude verlo, pero tus ojos decían luz y oscuridad, bésame o mátame, ying y yang, y quizá eso no fuera todo, pero tú hablaste, y yo hablé, y ansié que todo saliera de mi boca, calle abajo, sin embargo se fue, y no volverá, pero desenredos en más enredos, en los enredos, quedan por desenredar…

¡Cuidado! Canción altamente adictiva

lunes, 26 de enero de 2009

Le contrepoint


Es la noche entre textos la que nos hizo llegar a aquel punto portentoso en el sexo contenido por la música de los sesenta, recordando el minuto anterior simultáneamente al presente, en lo que recordamos y dejamos de recordar, en el desacuerdo (y digo cuerdo) que deshojaba nuestra jerarquía, y nos besábamos, nos besábamos con los labios trémulos, porque ya pensaban en sorprendernos el uno al otro, y decir, o besar, nuevos sinfines.

Caóticos caminos que recorren las runas y arrugas de nuestras polivalentes manos en busca de lo incierto y desconocido, pero lo cierto es que esos apostrofes que colgaban de nuestras cabezas no eran mas que abreviaciones de lo que verdaderamente queríamos decir y nunca pudimos, porque nunca abarcamos a tanto, como ese tanto.

Estoy cansado de andar por las ramas de un árbol viejo, lleno de arrugas cansadas de esperar, y el día se hizo noche lanzando señales en tu cama, y harto ya, voy a deslumbrar hasta al sol, y voy a gritarle a tu ventana en la penumbra, para desatar cabos que tejió el miedo con el hilo suave de alambre que arrancaré con los dientes.

Las cartas son golondrinas sobrevolando las balsas de esta ciudad hiperbolada de creación magnética que me atrae a tu mirada lujuriosa que desembarca en mis manos livianas recorriendo tu pecho, ladrón sin guante de quebradizos adioses que falsean y flamean en nuestros labios mintiendo al tiempo y reconcomer las síncopes labradas en la incertidumbre del “¿qué será?” ¿Y que más da?

Voy a explicarte el mundo sin palabras, resumiendo, y latiendo más deprisa en la fiebre evocada por los suspiros que nunca dimos y que quisimos. Los quisimos y los rompimos, los rompimos y los amamos repartidos en nuestros silencios, los repartimos y no los añoramos, en lo equitativo, en lo nocivo, en las voces que callaron y en los pensamientos que pensaron.

Voy a resumirte mi mundo en tres términos: tú, yo y lo que nos callamos. Voy a revelar mis revelaciones en lo que nos contamos: ser, estar y el espíritu santo, el acento francés que entre cigarros liamos. Prestarnos gritos, cantos, besos, personajes planos y redondos, en espiral o en diagonal, en esta novela que transcurre entre allís y ahís, entre acás y allás, y être o être demasiado lejos, o demasiado cerca, pero a tu lado.

Perdimos el norte entre brújulas sincronizadas con las pulsaciones de los pasos que daremos por París, y être aquí o être allí, soñaremos con las miradas de Amélie, c’est trés simple ma vie. En bicicletas o en el susurro del viento en nuestras rojas orejas, en barcos o aviones de papel, huyamos, huyamos a París.

Las turas, las dicotomías, el contrapunto. Las dicotomías, el contrapunto, las turas. Las costillas, las cosquillas, ese ardor. El ardor, las cosquillas, las costillas. Las caricias, las falacias, la avaricia. Las caricias, mi avaricia, las falacias.

Huyamos a París.

/ Tiro la vieja moneda de veinte francos sobre el linde de la figura, cayó en el cuatro, y con tu nueva falda saltaste encima de mi ojo, cabeza, bazo y corazón, ahora tu nombre solo se puede escribir con cuatro signos de interrogación… /

“If you love me, won’t you let me know?”

lunes, 19 de enero de 2009

El cielo está encalizado
¿quién lo desencalizará?
El desencalizador que lo desencalice,
buen desencalizador será.

La tierra está contaminada
¿quién la descontaminará?
El buen relojero que la descontaminé,
buen descontaminador será.

Polly wants to cracker...

Resultados de un día de lluvia


No se si son las proporciones de mis brazos con mis piernas o las pocas ganas de acceder a ese lugar, pero la verdad es que me pierdo con tanto contenido, teniendo en cuenta de que usted me está leyendo, y con lo cual busca el entendimiento de mis textos, curiosamente no encontrará las subyacentes estructuras de mi yo interior, (dios, así queda horrible, ¿inside?). Acabo de recordar que estoy hablando con Dios, si, aunque también haga una clara referencia a ustedes, los demás, los mortales.

Más que nada, le recomiendo no buscarlas, ya que de momento, y digo de momento, no las hay, claro eso sí, depende de la opinión subjetiva que tenga, ¿no? Es frustrante a veces la sensación de estar hablando solo, o conmigo mismo, o con mi consciencia, ¿quién sabe?, pero en fin, ¿qué remedio nos queda hoy? Ya sabe lo que pasa a veces con está gente, que fallan demasiado, demasiado defectuosos, no se porque coño los hiciste así o asao, pero el caso es esa sensación (si se puede llamar asó) que me hace pensar este tipo de cosas.

Les hiciste un cacho de carnes y huesos con el que sentir, y ellos mismos inventan eso de “sentir”, no entiendo porque no entienden de que una puta depresión no es más que el fallo de un sistema cognitivo o un en el hígado, pero míralos, que felices son, trabajando sin parar, no teniendo más preocupaciones que pagar sus hipotecas e irse a un lugar exótico de vacaciones, ¡Si supieran!

Que chorrada, nunca había visto nada igual, ni siquiera la gente de Neptuno es así, y biológicamente estaban mucho menos capacitados que ellos, pero hay que admitir una cosa, te han querido imitar, y lo han conseguido, fue tu fallo el ponerte de modelo con ese bastardo tuyo, Jesús, han creado maquinas, mucho mejores que ellos, quizá tu solo hicieras lo mismo con ellos.

En cualquier caso, te han superado y reconócelo. Mírame, yo ya estoy muy viejo también, estoy atormentado de ser así, un mártir más en lo desconocido, tal vez quiera ser más conocido, tal vez me este volviendo como ellos, siento más de trece pecados capitales, y tengo ganas de arder como aquellos herejes calcinados por la inquisición. Mírame, soy un ejecutivo pagano siendo un alumno de lo que nadie ha sabido aprender, ni han querido. Paso las noches dándole vueltas a las agujas del reloj y asomado a la ventana buscando una luna y alimentándome de luces del frigorífico, y persiguiendo lagartijas por la pared, dándome de bruces en el cruce de la lámpara y el sofá contra la pantalla del televisor, metiéndome dentro y siendo un dibujo animado de Burton. Un tabulador en el espejo arañando el cristal de vidrio de la botella de pena, y comiendo, bueno, llantos en conserva. No me he afeitado otra vez y me dejo llevar por las vueltas del ventilador, y eso que ayer asistí al entierro de la cucaracha de la esquina, qué murió aplastada por una hormiga.

A veces quisiera ser la mosca que da vueltas alrededor de mi sopa en el restaurante falso de la esquina, si ese que está hecho de cartón y pintado con temperas, ese que pinto la niña, que aun me acuerdo, ¡qué bonita!

Bueno, como siempre, gracias por escucharme, que pena que sea solo eso. Yo seguiré dándome chocazos en la pared para volver a las estrellas, o al infierno, o a lo que se llame eso.

(Hoy no llueve debajo de los árboles)

“Somos los hijos indeseados de Dios, ¿y qué? Nuestros padres eran nuestros modelos de Dios, si nuestros padres nos fallaron, ¿qué dice eso de Dios?”

domingo, 18 de enero de 2009

Es la preocupación, los detalles que rodean el aura de mi cabeza (siempre de puertas adentro), la que me hace estar vivo, la que me mantiene en movimiento, la que late por mí, la que cada minuto que pasa esta noche estremece mi cuerpo, y me hace temblar (de miedo, o de lo que sea).

Es esta, la que me hace vivir; es esta, la que algún día me mate.

(Entre paréntesis)

Se me va de las manos

Fantasear en que esto sea un maldito cuento en el que el argumento sean los segundos que poco a poco se van consumiendo y van dejando, bueno, detalles y restos de estos. Invasión de interpretaciones erróneas, o quizá no tanto, y prepararme para que me duelan más, o menos. Veré las cosas diferentes, con más color, o menos; con más luces y sombras, o menos; pero ver las cosas más nítidas, o disturbias.

Ir mirando como todo vuela, y cerrar las alas sin opción a más; llegar a las nubes, y volver abajo, a donde siempre estuve, y solo esperar, a volver a volar, a que se me sequen las alas, o a volverlas mojar. Descansar en las ramas quizá sea la solución, tal vez…

Contando cuentos para embellecer la realidad con mentiras, sin importar donde haya quedado la verdad. No puedo, o no quiero. Infravalorando actos que no tienen fondo, buscar petróleo donde no lo hay (no hay). Palabras que salen (bla bla bla bla), y palabras que simplemente no salen porque no las hay, y no hay más (no hay).

No me cumplo mis propias promesas y siguen doliéndome más, es que no caben en la cabeza más suposiciones de las que ya hay, y en cualquier momento (buum). Dejemos de intentar conjuntar un segundo con otro forzosamente para autoengañarnos, en mí fluyen cual pez grande en la charca.

Si dejó que el tiempo pasé se me irá de las manos, pero ¿qué hago?, no hay elección, no hay camino, solo me quedan cuatro palabras y medias que dejar aquí, puestas sin más como si nunca hubieran existido, porque solo existen ahora (no las hubo antes), y al fin y al cabo, aquí quedan, perdidas, y aunque las hubiera habido, ¿qué, no es lo mismo?

Tan perdido como yo, en el mismo lugar, en el olvido. Tal vez esto solo sea una mentira más, pero es la diferencia que marcó no embelleciendo, sino estropeando, tan estropeada como yo, hasta que ya no sirva y sea el triste juguete viejo, que solo sirva para el recuerdo, un atribulado muñeco de quien sabe que, o quien.

El final de la frase está en el límite de lo que llamamos “alma”, y hasta allí llegamos, caminando con pasos largos pero lentos, pero no, no quiero quedarme en el camino, a medias, o puede que no pueda elegir. Me pediré perdón a mi mismo, por haberme engañado, o haberme dejado engañar. Lo que no evitaré, lo que hoy elijo, es este caos que elige sufrir, buscando consecuencias, o lágrimas, me abandone.

Estaba equivocado en buscarle sinónimos a la vida, dándome cuenta de que, ya, no los hay (no los hay), y haciéndome preguntas a mi mismo, porque no puedo en voz alta, porque ni yo mismo las escucharé, intentaré dormir, y esto no es reflexionar, no.

Quedan dudas, confusiones, ramificaciones, incertidumbres, titubeos, reparos y temores, pero no me importa, el pan del que alimentarme, o alimentaros, cada día. Mira como oscila el ruido que originó dentro de ti, obsérvalo, con delicadeza, suavemente…

/ Errantes palabras que se escapan de esta jaula, sin pensarlo, como animales…/

Esto no es música. Buenas noches… ¿rutina?

(No hay)

“Siamo fígli di mondi diversi una sola memoria, che cancella e disegna distratta la stessa storia”

martes, 13 de enero de 2009

Morir, solo una evasión más de la realidad. Las ganas, se me quedan cortas... ¿para qué?

Seguiré matando pajaros en mi cabeza, uno tras otro, hasta que pueda ver el cielo completamente gris.


"Ni negro del todo, ni del todo blanco..."

El carabinero


Vuelven atañas las letras por las manos del carabinero. Él, soldado de la guardia permanente, a causa de sus descabezados arrebatos de ira contra… ¿contra qué? Acampando siempre solo, al final, siempre solo, busca refugiarse sobre el férreo camino de debajo de un puente por el que mucha gente han pasado, bastante. Hace música, con sus lágrimas, que caen en el río del cual su orilla es su confesonario. Ha perdido el tiempo escribiendo cartas de amor, ha recibido golpes más dolorosos que disparos que quedaron grabados en su sucio pecho, y ahora, allí lo tenéis, haciendo un torniquete más, esta vez, en su cabeza, por haber pensado, por haber creído.

Vio, que en sus propios actos, parte de esta cuerda tan larga, había perdido cachos. Sus ropas zarrapastrosas se caían en jirones de tela gris, tirando al oscuro negro de sus cabellos. Con sus propios ojos pudo admirar sonrisas y lágrimas, llantos, penas, consuelo y amores. Él, beso a la muerte, y como castigo, hay lo tenéis. Ahora ya no sabe que chorrea por su cara.

Los zapatos viejos que grandes tramos habían recorrido, y que por sus amplias gateras habían observado los polvorientos pasos caminados, se limpiaban solo con la lluvia de aquella tarde maltrecha. Pasaban ya, a estas horas, los obreros por su lado al fin de su jornal, y recordaba el carabinero sus peores recuerdos para sanar sus supuestos pensamientos que concurrían su mente mientras limpiaba su carabina.

Era su boca entonces la que quería disparar, y no podía, porque quizá no supiera bien lo que decir, más bien gritar, y en su garganta se ahogaban aullidos de las noches acampadas bajo el frío de su recuerdo, el que tantos momentos retorció y dejo escapar. Los pájaros no volaban, se escuchaban en sus últimos cantos, y los reflejos del agua iban apareciendo en sus recuerdos como en la niña de sus ojos, igual que iba apareciendo la imagen de aquel cuerpo muerto, en su cama.

Una sonrisa brotó de los sollozos y gemidos. Ella, cansada de no querer soñar, le había puesto en guardia, y él, bloqueado y angustiado por la duda intento lo imposible, que viviera. Lo miró como pidiéndole algo, algo que no era precisamente vivir. Tal vez pidiera una palabra, tal vez no quisiera nada, tal vez, él solo supo suponer.

Su carabina, brillaba ahora entre el mugriento trapo con el que se limpiaba la cara de falsas sonrisas. Estaba mal, nauseabundo, agonizante. Solo escuchaba, ¿para qué vamos a mentir? Ahora, no escuchaba. Sordo de ilusiones y miradas, con el rabo entre las piernas, y aun así, con la cabeza bien alta. Alzo la vista, pero no vio, no pudo volver a ver, y aun así, siguió cargando su revolver.

Volvería, volvería a matarla. Levantose y empezó a caminar. Sí, se dirigía allí, volvía y sabía su ventura. Siguió caminando.

(Taaaaam, taaaaaam)

/ Se levantó, la agarró y la beso. Luego, llevo sus manos al bolsillo y acercó la carabina a su rostro. Lo miró con cara de horror, pero él, no la dejo huir. /

(Poom)

(Taaaaam, taaaaaam)

jueves, 8 de enero de 2009

Donde nunca pasó nada...

“Cuéntame un cuento…”


Era una despensa hambrienta en la pequeña casita de madera, dentro de la casa, dentro de la ciudad, dentro del mundo, dentro del universo, dentro de… Era un estante en la inocente despensa, en los que la concurrencia se repartía en la fragua que la separaba del exterior. Era una concurrencia de recipientes, llenos y vacíos, coloridos y descoloridos, feos y bonitos, lisos, o con sus detallitos, transparentes, translucidos, y quizá opacos. Eran mermelada de sabores, almíbar, salitre y azúcar. Eran solo, tarritos de cristal.

Era la despensa solo despensa, cuento escuchado por niños y viejos, lugar de sueño y realidad, de suposiciones y hechos supuestos. Era relato plano en la noche, era descripción de palabras mías y de las otras tuyas. Era transito del transito creado por palabras que no eran mas que ruidos del cristal chocando, no más que eso. No era más que jardín de flores mustias creyendo ser damas de noches y nardos narcisos.

Era el estante hecho para los frascos, pero no los frascos hechos para el estante. Era estructura imperfecta dentro del “perfecto”, fría, dura, áspera, estoica, impasible, amarga, y plana, muy plana. Alumbrada por luces de neón, olía a humedad y cerrado, irrespirable, hacía que las bocas tosieran y los ojos lloraran.

Eran muchos los frascos en la oscuridad de la despensa, vidriosos reflejaban los pocos destellos que de la poca luz recibían. Eran muchos los frascos en los estantes de arriba, ya que no había que agacharse para cogerlos, pero muy pocos en los de abajo, olvidados por el olvido, llenos de polvo por fuera, púdranse finalmente por dentro. Tarritos que salían y que brevemente eran sustituidos por otros, o por lo menos casi siempre, otras no volvían (quizá porque ya no gustaran, o porque fueran viejos), o muchas veces, volvían demasiado tarde, ansioso el niño de su sabor.

Ruido en la despensa sonaba constante, en la musiquilla del vidrio, chocando los tarritos unos con otros. Unos quebrabanse y quizá se les escapase algo de su intrínseco, otros quedaban juntos hasta que esas malditas manos los separaran sin remedio. A veces, en los rincones del estante, si callabas por un instante, podías escuchar la triste pero deseada melodía del silencio, pero estos rincones, casi siempre carentes de botes, se sentían solos por ese miedo latente que invadía al mara, por esta… ausencia. Posiblemente estas esquinitas, estuvieran mucho mejor así.

Era una despensa en la que poco pasaba, donde el tiempo no se distinguía, cuando el olvido no recordaba, porque los tarros cada vez más se rompían. El descuido, cada vez más, con ellos se arrumaba, y los frasco vacíos, cada vez más abundaban. Telarañas el techo tapaban, un día, se estropeo la persiana, y los tarros siguieron en calma.

El lugar donde nunca ocurrió nada, donde la duda se preguntaba:

Y ahora ¿Qué?

“Y colorín colorado, este cuento no ha empezado…”

“El amor en conserva se caduca”

miércoles, 7 de enero de 2009

Caminando, caminando, caminando voy solito...

Lavandería nocturna


Querido Rey Arturo:

Quería decirle, que todas las noches, bajo mi ventana, pasa el camión de la basura. No es que me importe, no, solo es que se lleva cosas sin que yo se las deje. Vera, la noche anterior estuve esperando a que pasará, y mira por donde, no paso, y sin embargo, cuado duermo, entra en mi pequeña casita, busca en mis cajones, y se lleva todos mis juguetes. Normalmente se lleva mis más viejos juguetes, señor (cosa que me enfada bastante), pero también a veces, se lleva mis juguetes más nuevos.

No se si esto le pasará a los demás niños, pero esto es bastante incomodo, porque siempre antes de irme a la cama, me da por jugar con ellos, y al fin y al cabo, todos mis amigos son lo único que me dejan, juguetitos pequeños o grandes juguetones (estos cada vez que me los van a quitar, hacen ruido y me despiertan), preciosas cositas de cristal, y feos cachos de plástico.

Al parecer, a pocos niños les importa esto, ya que siempre que les quitan sus juguetes, o los pierden normalmente, consiguen otros nuevos y grandes juguetes, y aun así, los siguen perdiendo con gran facilidad.

Yo, poquito a poco, los más preciados detallitos, los he ido guardando encima de mi armario, aunque a veces mi mama me diga que solo son basura y los tire. Los demás, los guardo en cajitas de colores en mis cajones. Aun tengo una botella vacía con los mejores mensajes dentro, tickets de compra de emociones, palabritas de colores, letras de canciones en cajitas de música con bailarinas y bailarines, humo y niebla en dibujos de atardeceres y amaneceres, cucharones de sopa ardiendo que aun conservan su calor, una muñeca que ríe cuando aprietas su barriguita y flores de papel que tienen espirales. También guardo en los bolsillos bolitas de agua de colores, y miles y miles de explicaciones.

Y en mi cuerpecito, guardo cicatrices y moratones, también achuchones que me aprietan hasta hacerme toser por las noches, antes de dormir, y muchos arañazos que van y vienen en la carretera de mi piel, como esos cochecitos que corren por el suelo si los empujas.

Le pido, por favor, que ese camión de luces parpadeantes deje de pasar por aquí, temporalmente. Le pido que nada más me robe, y que hasta las negras cajas feas donde guardo los muñecos feos y cobardes conserve. Le pido un poquito de paz, solo eso.

Atentamente, el niño de la cometa verde.

P.D.: No se olvide.

/ Tengo una cuchara nueva y un montón de frases en la cazuela que remover… /

“Estaba equivocado, no quiero olvidar todo, lo juro, algunos recuerdos merecen futuro”

Auto/ser/vicio/


En el casino, se disputaban aquella noche el azar de rendirse a lo impuesto, o simplemente, seguir jugando, claro, en todo esto se basa el azar, o eso dicen ¿no? Los sombreros de copa, los bastones afilados, a punto de enfilar puntas de zapatos relucientes para comunicarse, y esos típicos grandes anillos cargados de piedras (a mí, personalmente me gustaban las de asfalto, o esas que parecían cogidas de la orilla de un lago). Sí, aquello era como el desahogo de estas grandes y lujuriosas vidas, pesadas por tanto cargar monedas en los bolsillos y comer ostentosos banquetes.

El catering no era tan abundante como otras veces, pero él estaba allí doblando servilletas, vestido con su camisa blanca como todos los demás. Aburrido de haber cumplido su servicio tantas veces, y de que nadie lo valorara, aburriase sentado en una de las mesas vacías, escribiendo en esas servilletas que tantas veces había doblado, súbitos mensajes que ni él mismo entendía.

- Una de whiski de malta a la mesa seis.

Levantose, sirvió la copa, y rumbo a la mesa ¿seis? ¿nueve? ¿trece? Pero el supo enseguida cual era. Aquel señor del pañuelo rojo en el bolsillo siempre pedía el escocés de malta. Pudo observar como le miraba, atentamente, esperando algo, esperando una mirada, pero se sintió hastiado cuando este no reacciono.

- ¿Para usted, caballero? –musitó en el fragoroso ambiente.

- Sí, gracias, gracias… Oye chico, se me manchó la camisa, ¿podrías darme esa servilleta sucia que guardas siempre en el bolsillito de tu camisa? Supongo que será para estos casos ¿no?

Miró esa frase, miró ese trozo de palabras unidas, y sin importancia alguna, se lo entrego al viejo Joe Routine. Este sabía ya que su azar no había sido precisamente favorable últimamente, pero él, abrió la servilleta, y se dejo coger de la mano, para volver… o no.

Shh, amigo, déjame pincharte, y atra(vesarte), con las agujas del reloj…

Déjà vu

Déjà vu

Déjà vu

El sombrero de copa se desplomo sobre el suelo, tal vez por palabras, tal vez por esos “pequeños detalles”, tal vez solo seamos eso, tal vez, y tras él, ya no había cuerpo yacido vestido de chaqueta, son su pañuelo rojo. Quedaron, esparcidos por el suelo y encima del sombrero, troceados pétalos de amapola.

La noche murió, el casino cerro, y quedaron solos los dos, cadáver y camarero, mirándose fijamente, sin palabra alguna, perdidos en el ponto de olores del lugar. Ya no había casino, no daba lugar. Tal vez el color del pañuelo que lleves sea el color de la corola de tu aniquilamiento. Tal vez, un pequeño detalle

/ Y amigos, aquí está la metáfora, o la paradoja… (Nunca me ha gustado que me llamen de usted)/

“Cada año es una enfermedad con trescientos sesenta y cinco síntomas; vivimos en un cuento navideño con barrios de cartón”

lunes, 5 de enero de 2009

A punto


Morir callados, algo que zumba en mi mente, algo más que rompe las reglas de lo desprohibido, cuando el revolver roce la punta del pelo, buscar lo que nunca obtuvimos, palabras entre la boca, nunca.

Un sonido que no se oirá, porque ya habrá sonado, pero esa palabra a medias, quedará en el aire reclamando su lugar, como tú, antes de morir. Seremos agonía en esta habitación, tan sola, tan fría, simplemente seremos, seré atravesando tu mente como nunca lo hice en vida, y ahora en muerte, por fin te conozco. Dejaremos de creer, dejaremos de perder el tiempo, porque ya, no existirá.

Volverte a conocer, quizá sea poco para mi, y la metáfora llegará, cuando sea el momento, ahora y no antes, y ya, ahora, y nos después. Hemos jugado a ser tú y yo, yo y tú, ahora jugamos a ser los dos, habiendo jugado ya a jugar, y a no conocernos esta noche, cuando hemos jugado, improvisado más bien, a conocernos.

Busquemos la piel que busca errores en el cuerpo, cicatrices mal cerradas, huellas dactilares que se borran, no queriendo dejar rastro, porque no queramos. Está última, es la cicatriz que menos importará, ya que no será tocada más que por manos enguantadas en látex, buscando un “¿cómo?” y no un “¿por qué?”.

Ya no corregiremos nunca más nuestros errores, porque de este nunca nos podremos arrepentir, y también porque ya no existirán los errores, ahora los elegimos nosotros, y tal vez lo mejor sea, que no elijamos errores. El miedo se convierte en pánico, y las lágrimas en hechos. Veo poco a poco como te despides de este mundo que no te ha sabido apreciar, te condenas a mí, si, es eso, una condena. Entre el papel mojado, las palabras expanden su tinta convirtiéndose, transformándose, en garabatos. Y es curioso, me susurras al cañón, que hacía tiempo que no escribías algo tan bueno, como es tu carta de suicidio.

El punto de mira y tú os miráis fijamente, tú le miras con cara de “no me falles” y él te mira con cara de pena, como de “no serviré de nada”. Toca jugar a la ruleta rusa con el bulón lleno de balas en todas sus oquedades. Toca tomar tu ultima decisión: directa a la cabeza o metértela en la boca. El erotismo del armazón te llama, el duro acero va entrando poco a poco en tu boca, rechinando con tus dientes, y notas que está frío. Estoy viendo la campanilla de tu garganta he veo que intenta cantar algo, pero que no puede. Entonces noto el sudor cayendo por tu frente y de repente un ¡No! La sacas de tu boca porque el miedo al dolor te oprime, y porque quieres decir, o cantar, tus postreras palabras. Tu muñeca va subiendo temblorosa paulatinamente paralela a tu cuerpo hasta quedar mirando de cara al suelo. Repentinamente, empiezo a escuchar lo que no me creo de tu boca, no me lo puedo creer.

“I used to rule the world, seas would rise when I gave the word. Now in the morning I sweep alone, sweep the streets I used to own, Viva la Vida
 

/ Entonces, con su voz trémula, le desafío, perdió el miedo y asustada, apretó el gatillo. Allí en aquella habitación, solo quedaron ellos dos, o no quedo nadie, ni nada. Muertos, y esto, esto solo fue el comienzo/

Tengo la mente estíptica, porque lo que quiere salir es demasiado grande.

“En las pistolas fíjense, a cada disparo recula el cañón como asustado por lo que acaba de hacer”

(Soy la bala que quiere atravesar tu cabeza)(…)

domingo, 4 de enero de 2009

El cadaver, sobre mi regazo, llorandole


"Lo que nos da miedo es la incertidumbre. El ser humano vive una paradoja terrible: en un mundo donde es absolutamente imposible dar nada por sentado, ni siquiera que el planeta vaya a estar en el mismo sitio mañana, nosotros pretendemos alcanzar la seguridad. Aunque solo sea que mañana tendré el mismo trabajo, me encontraré con las mismas personas, incluso que mi cuerpo será más o menos el mismo que hoy.
Seguridad. Algo que en nuestro cosmos es completamente ingarantizable.
Este conjunto de característica biológicas, se concretan en que todos los seres humanos ordenan de alguna manera su mundo, es decir, crean unas leyes de conducta, y dan un sentido a su vida. En resumen, crean una cultura. Esto sin el lenguaje es completamente imposible, y si no me remito a cualquier otra especie animal, incluidos el resto de los primates.
Esta necesidad de explicar el mundo, y encontrar un sentido a la existencia nos enjaula en una cárcel que nosotros mismos hemos creado. Buscar seguridad y certidumbre:
Mañana en mi mundo, seguirá siendo malo matar, y bueno trabajar, el dinero seguirá siendo dinero, etc, etc.
Ante una naturaleza cambiante, incierta, abrumadora, el ser humano a lo largo de miles de años genera la cultura, que le da una cierta seguridad. Un seguridad fabricada. "

/ - ¿Te sirve de algo?- dijo la consciencia.

- No, ¿y a ti?- respondió el alter-ego, inseguro sobre su decisión.

- No, da igual…

Y los dos quedaron, tumbados, pensando, fumando, lentamente recapacitando sobre a lo que nunca, nunca, podrían llegar. /

Restos de tardes llenas de…


Las vísceras estaban aplastadas contra el suelo de una calle que sonaba en “la sombra de tu sonrisa”, y una vez más recorriste mi cabeza con tus sucias manos, mientras me tocaba. Una vez más me hiciste sentirme vivo para llevarme al borde de la muerte, mientras quemaba neuronas entre mariposas. Tocaste el piano y el bajo para que volviera a escribirte, y me regalaste pánico y enfermos pensamientos que remover parcialmente con la cuchara.

¿Qué voy a hacer en una carrera a contrarreloj? Estrellarme seguro, pero ¿quizá morir en el intento, o quizá quedarme más que invalido hasta recomponer mis huesos cacho a cacho? Y seguramente nunca podré volver a volar, tal vez debiera estrellarme en seco al caer del tejado y darme de bruces con la realidad, o no se si seguir soñando, seguir, y seguir.

La segunda exaltación siempre duele más que la primera, más siempre morir en la primera, volver en la segunda, tic tac. Estrujar el futuro contra las agujas del reloj es siempre tan difícil… Hacía tanto que no paseabas por mis adentros… Puede que superarte sea crecer, para caer desde lo más alto, o lo menos bajo, pero… Siempre hablando en dubitativo.

Palabras y besos que te alejan, a ratos. Y quiero por fin arrancarte de mi ser, porque eres tan inútil, tan desesperadamente ansioso por existir. El coma en el que vives, del que entras y sales con tanta facilidad con la que sueño, ¡Muere de una puta vez, joder! Déjame recrearme un poco, déjame funcionar un rato.

Estás consiguiendo que quiera ir deprisa, cuando ¡No!, déjame contemplar un poco más despacio, fluir al ritmo de jazz en tardes inresurgentes, no quiero que seas un motivo más por el que escribir, ni que no pueda dormir y despertarme, al fin y al cabo, ¿para qué?

Deja de preguntarme estás cuestiones inútiles, como ¿hasta cuando? Y… esto no es un interrogatorio. Tic tac, la almohada me espera y, tic tac, otro latido que me acabas de robar, otro segundo que me haces desperdiciar, otra nota de la que me acabas de despegar.

Me haces vivir nostálgico de mi futuro (…)

¡Muere! ¡Muere! ¡Muere!

“Estamos acorralados por el miedo a morir, o el miedo a vivir que es lo mismo”

“El miedo es bilateral”

sábado, 3 de enero de 2009

Aunque sea, un poquito de ti hoy ¿no?

Reclamos


Hoy le pido una oportunidad más, hoy quiero una excepción y volver de nuevo al nochario. Hoy elijo yo.

He explayado confesiones que espero que no lleguen a nadie, porque el receptor, al fin y al cabo es nadie, y no lo esperaba. Hoy, por lo que he aprendido, no me puedo ir a la cama, la convencionalidad ha ganado la batalla, y los muertos de guerra son la poca esperanza que me quedaba. Frases de perdedores, como “por lo menos lo intenté”, son las que ahora divagan, y me atacan.

Las cadenas del amor han atado a uno más, que podía ser cualquiera, pero era mi cualquiera, la paradoja, porque ahora él es libre dentro de la esclavitud. Solo es libre de mí y de mis inútiles palabras que han sido, o han querido ser las cuerdas de la marioneta. Que fallo, que errata. Equivocado inconcientemente, que es lo que ahora me mata. ¿Qué coño hago siendo el cacique de tus decisiones?

Arrepentido, demasiado. Solo te pido perdón por querer elegir por ti, solo por querer que seas tú, aunque quizá quisiera que fueras yo, te he pedido demasiado, esto solo era soñar, como hermanos de sangre, como esto…

Sigue buscando tu felicidad, la tuya, tu conjunto de sensaciones constantes. Son tuyas, y vuelve la paradoja, que en mi mente solo se halla, porque “nadie sabe nada”, y solo tu sabes o, crees sabes lo que por tu cabeza pasa. He hablado más de lo que debería, y menos de lo que hubiera podido, y la que sueño poder realizar. Ahora, solo eres una frase más en mi cuaderno de cosas que busco hacer.

Tu camino se ha partido, y ya has decidido, e intentare buscar ese conjunto de sensaciones que me satisfagan. Solo he pensado en mí, como siempre… Me has ayudado a ser, y no a estar, por estar. “Solo intentaba ser mejor”, solo intentaba que vieras que no hay mejor, ni peor, que solo hay, y que se puede ser, como tu lo has hecho. He querido devolverte lo que me has prestado, y no has querido, me lo has regalado.

Arrepentido, demasiado. Pero siento mucho decirte que solo has sabido saber, y no comprender, me he bloqueado, y te he acorralado bastante cerca de la pared. Joder ¿Qué coño he hecho? Joder, espero que algún día puedas decírmelo tu, dejar de presuponer, y por lo menos, suponer un poco. Deja de soñar con mis sueños loco, porque se que prefieres no soñar, solo vivir, y la envidia ahora es la que me acorrala a mi cerca de la ventana.

He roto con todo, como si fuéramos algo superficial, y esta, hoy, es mi ultima paradoja. Seguiré pensando que eres especial, demuéstramelo, algún día de estos, o algo ¿no? Algún día, supongo, que seguirás encendiendo mis cigarros. Pasearemos juntos, por separado.

Vete a descansar y deja de llorar, capullo. Yo no se si dejar de hablar contigo, o conmigo mismo. En fin ¿qué más da?

Tranquilo, te enseñaré a cantar.

(Entre tu y yo, recuerda, o entre yo y yo, no lo se…)

“Por mi, nunca te preocupes por mi…”

“El tiempo no espera” (por lo menos, a mi)